Cuando se hace circular una corriente continua a través de una bobina esta se comporta, a efectos resistivos, como un hilo conductor y ofrece al paso de la misma una resistencia que dependerá del material conductor (cobre, plata, aluminio, etcétera). Pero, además, una bobina sometida a la variación que supone pasar de estar con sus extremos al aire a ser conectada a una diferencia de potencial genera a su alrededor un campo magnético, de algún modo igual al generado por un imán permanente.
Las bobinas tienden a facilitar el paso de la CC pero ofrecen ciertas dificultades a la CA.
La circulación de una corriente a través de un hilo conductor genera también alrededor del mismo un campo magnético, el cual es muy pequeño. Cuando arrollamos dicho cable en espiras decir, conformando una bobina obtenemos una suma de campos que origina que la inductancia magnética generada sea de mucha más magnitud.
El campo magnético se origina cuando una tensión recorre una bobina.
La inductancia se suele representar por la letra L y, como ya hemos mencionado, es prácticamente nula en un conductor recto, el cual sólo posee cualidades resistivas. Pero, si nos fijamos en un conductor arrollado, vemos que la aplicación de una tensión en sus extremos origina una inductancia (L) mayor. Dicha inductancia presenta la originalidad de ofrecer, ante la presencia de una fuerza electromotriz generadora, una fuerza contralectromotriz que tiende a oponerse a la primera.
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